La sociedad humana no ha logrado establecer reglas, realmente justas en
lo que concierne a la retribución justa y proporcional, según el esfuerzo
individual. En la mayoría de las plataformas de elecciones democráticas, es
común que se utilicen los términos de igualdad, justicia social y otros. Pero
en la práctica, quienes logran mayor poder, no suelen ser los más capaces, o
los que se esforzaron honestamente para conseguir conocimientos y lograr
aptitudes y capacidades. Los que llegan al poder, muchas veces lo han logrado,
gracias a estrategias, ocultamientos, favores económicos y otras formas,
propias de la política.
¿Qué significa una retribución justa y proporcional? significa que aquél
que se capacita, se esfuerza, cumple con objetivos y desarrolla habilidades
útiles, debería lograr una retribución correspondiente. Solamente de esta
manera, es que el trabajo dignifica.
Pero si se subvierten los valores y se otorgan retribuciones a quienes
no se esfuerzan, no trabajan, delinquen y perjudican a la comunidad, basándose
en la falacia de que así se le dará oportunidad y se evitará el delito;
entonces no solo se está mintiendo deliberadamente, sino que se está privando a
esas personas de corregir sus errores y eso… es violencia.
La dignidad del trabajo solo es comprendida por quienes trabajan.
Asistimos a diario a noticias que nos espantan, aunque no indaguemos demasiado
en su gravedad. Lo que para una sociedad significa que un ciudadano que ha
trabajado toda su vida, llegue a la vejez mendigando aumentos, haciendo colas
para cobrar míseras jubilaciones que no le alcanzan ni para sus remedios, es
realmente grave. Pero se agrava aún más, a límites bizarros, si se le paga más
a un preso que ha matado, violado o robado que a ese trabajador anciano. Esto
raya en la locura social y lejos de prevenir el delito, lo estimula, lejos de
respetar derechos, los viola de la manera más brutal. Eso, es violencia.
Los trabajadores no son personas violentas, son padres y madres, hijos,
hermanos, que cada día traen el sustento, que pagan escandalosos
impuestos por servicios desastrosos. Suelen ser personas pacíficas que se
duermen en el subte cuando todavía el sol no despierta, personas que aceptan
silenciosas el esfuerzo que cada día les demanda. Eso es dignidad, eso es
heroísmo.
Pero cómo se sienten al servir los fideos en el almuerzo y ver en la
tele que una banda de delincuentes con trajes y grandes mansiones, se
llevan una gran parte del fruto de sus esfuerzos, para jamás devolverla, que no
serán juzgados, que no tienen estudios ni capacidades suficientes, que no
tienen moralidad ni ética.
Eso, según creo es violencia.
Eso, según creo es violencia.
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