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domingo, 6 de noviembre de 2016

EL PAIS DEL CAMBALACHE





                Quiénes somos frente al mundo?

La mayoría de las personas, nacen y mueren en su país de origen. Allí, en el seno de una familia, más o menos típica, desarrollan su ser social y adquieren una idiosincrasia cultural. Las personas se sincronizan, se alinean y se integran al lugar en que viven. En teoría, nacer y crecer, educarse y progresar, debería ser sinónimo de integración; sin embargo, en la práctica, no parece ser tan fácil.

A través del tiempo, las sociedades evolucionan, para bien o para mal, y en ese proceso, muchas cosas cambian inevitablemente. Por una parte, la evolución se muestra en la creciente interconexión con los demás países del mundo. Esto tiene su lado positivo, en cuanto al acceso casi ilimitado a la información global; y también, en cuanto a la interrelación con las demás personas del globo.

El otro lado, es que se produce una comparación inevitable, que puede ser dolorosa.
Antes de la globalización informática, el universo en que nos movíamos era el entorno y la información era la que llegaba localmente. Pero de un momento a otro, un gran paisaje se abre ante nosotros, y con él, podemos ver en qué lugar de ese paisaje nos encontramos como país.

Mientras otras sociedades avanzan en pos de un mundo mejor, construyendo a grandes pasos, una cultura más humanizada, una economía sustentable y una revisión de los falsos valores de la sociedad decadente; nosotros nos encontramos en una posición, rigurosamente opuesta, integrando esta nueva versión de Latinoamérica, en la que reinan los narcos, la trata de personas y las aberraciones culturales, tales como las “perreadas”, donde las niñas son denigradas en bailes menos que primitivos.

LA PÉRDIDA DEL PUDOR Y EL SENTIDO ESTÉTICO ES PARTE DE LA INCULTURA EMERGENTE




              Latinoamérica, un vórtice del terror

EL NARCOTRÁFICO INVADE LA ECONOMÍA Y LA POLÍTICA 
Latinoamérica, donde la cultura es sólo una opción menospreciada, donde los políticos hacen gala obscena de su corrupción, enriqueciéndose brutalmente, mientras sus pueblos caen en la miseria más absurda.

Países llenos de riquezas que han sido despojados prolijamente de sus recursos, ofreciéndolos al mejor postor. Países donde el potencial de la juventud, se ha desaprovechado durante décadas, con el sólo propósito de transformar a los jóvenes en idiotas útiles, manipulables como rebaños sin voluntad.


                        Gente buena y mala gente

Una importante porción de gente, no se siente conforme, porque conserva un nivel de conciencia, que ya no está de moda. Es la gente que creció con valores, con recursos morales, que aprendió desde la teta, qué no se debe hacer: robar, maltratar, corromper, explotar, asesinar… esos eran los valores básicos, las bases principales del contrato social.

A veces escuchamos decir: ”no hay códigos”. Es que esperamos que hasta los ladrones y corruptos, los asesinos y violadores, conserven algo de humanidad. “Antes no te asesinaban por una zapatillas, antes no golpeaban a los ancianos hasta matarlos, antes no se vendían niños como esclavos sexuales”. Porque nos enseñaron que aún las malas personas, conocían esas reglas y las respetaban, por eso se podía convivir, y salir ilesos.




                Sin reglas, no hay sociedad posible

LA AUSENCIA DE REGLAS DE CONVIVENCIA, TERMINA EN LA BRUTALIDAD
Pero algo se rompió, cuando la impunidad se difundió como un virus, y no se cuenta con la vacuna correcta… entonces ocurre lo peor: que nada parece importar. Los límites se vuelven invisibles para los ojos torpes, y todo vale.

Y la gente que no quiere vivir así? Qué hacer, cómo formar parte, si no hay reglas, si no importa cuánto se trabaje, el esfuerzo pierde su valor. Si no importa cuánto se aprenda, la cultura no cotiza en bolsa, ni enriquece las bóvedas de los poderosos.

Qué hacer, si no está en la naturaleza personal, formar parte del juego y ensuciarse las manos en el barro inmoral de la corrupción. Cómo se puede seguir adelante, siendo mudo testigo de la caída de un país, en manos de unos pocos. Cómo pertenecer a un país, en que todo tiene un precio, mientras las personas que lo habitan, carecen de valor.

Algunos elaboran intrincadas estadísticas y siempre, el resultado nos muestra una verdad increíble: millones de personas buenas, no pueden contra algunos miles de atorrantes. Pero cómo es posible?, justamente, porque los valores van por delante de la frustración, porque esa buena gente, es la verdadera esencia de la democracia y respeta al sistema, aunque el sistema no esté funcionando; aunque aplaste sus años de esfuerzo, para enriquecer a un chorro de ocasión o a un ladrón de alta gama.
                        MIENTRAS ALGUNOS SE ENRIQUECEN OTROS CAEN LA MISERIA



                                    Quiero a mi país


LA GENTE DE BIEN, CONSTITUYE LA BASE DE UNA SOCIEDAD

Muchos tienen ganas de salir de su país, pero les gana el amor entrañable, los recuerdos de veredas seguras, donde jugaban en la infancia. Les gana la esperanza de que llegue alguien que realmente quiera a su pueblo, alguien que administre tantas riquezas de recursos materiales y humanos, por una vez… para el bien común.
Por eso pierden la batalla, porque no tienen bombas en la mente; porque están hartos, pero siguen siendo buena gente, y, apretando los dientes, se levantan de nuevo a la mañana, para hacer su parte y que todo siga funcionando.
Cómo seguir en el país o cómo irse… no se encuentra una salida. Aguantar es lo que queda, en honor a la historia. Porque la gente de buena voluntad,  es la que sabe de patriotismo, es la que sabe de honor, y es la que hoy aprende sobre tristezas e impotencia.


                               Vivir en la injusticia

LOS QUE TRABAJARON TODA SU VIDA, IMPOTENTES ANTE LA INJUSTICIA
Y no es justo, que quienes sostienen en pie a un país, no puedan salir a las calles sin ser atacados por los parásitos del sistema, que no puedan disfrutar del fruto de su trabajo; o ser estafados por los grandes vampiros de la economía nacional.

No es justo morir en manos de un delincuente, no es justo morir por no tener acceso a medicamentos, no es justo morir esperando que el estado cumpla su parte con quienes hicieron sus aportes durante tantas décadas. No es justo morir, sin ver al país recuperando su latido vital, por culpa de unos cuantos ineptos, inescrupulosas familias feudales, que siempre quieren más… y más.

Sin embargo, así como algo se rompió y nos dejó esta mala versión de país, así también sobrevive algo que no se rompe de ninguna manera, y es el espíritu de los que sí aman a su tierra.

                                                                                                                     E. Pedroza

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