Si me
preguntan qué es la vida, solo podría asegurar qué no lo es.
El desatino,
la vaguedad de las certezas, la muerte de cada día. No es vida trabajar tan
duro, ni sobrevivir solo un poco en cada jornada, habiendo dejado en la ruta,
los restos que se desgranan.
No es vida,
intentar corresponder a las expectativas que el mundo tiene sobre nosotros, no
es vida permanecer a un lado del camino, viendo a otros cumplirlas.
No es vida
ver vidas ajenas desarrollarse sin límites para luego mirar adentro y ver este
estado de latencia inmundo, crónico y oscuro.
La soledad
interna es mucho más desgarrante que estar solo por ausencias.
El mutismo
de la casa, desordenada y sucia, que perdió las ganas de ser mi cueva. Este domingo
gris que no me respeta. Eso no es vida.
Imaginar viajes
que quedan atrapados en la telaraña de la utopía, mientras los años se cargan
en mi espalda hundiendo sus uñas tan profundo… eso tampoco es vida.
Sostener la
cabeza a duras penas, sobre las arenas hambrientas, no es vivir.
Una existencia
que no es vida, no se atesora, no parece valer más que un par de monedas, por
el tozudo esfuerzo y nada más. No hay premio por apenas respirar. El mundo solo
ensalza a los que llegan a la orilla, a los que viven de verdad.
No me
preguntes a mí de qué se trata la vida, porque sé más sobre la muerte.
Esa perra
que me sigue fiel, esperándome con paciencia negra.
Yo sé lo
que es morir. Yo conozco ese instante en que te despojas de toda circunstancia
y al fin te sientes limpio, libre, liviano… y sé que no hay pena ni dolor en
sus brazos. Que su silencio no tiene lamentos. Que su calidez disipa el temor
al frío de la nada.
Yo he sentido
esa paz. Y no se parece a la vida.
Estrella
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